Hay cientos de lugares que aun no conoces,
rincones de la ciudad llenos de gatos,
de historias que esperan ser descubiertas.
Caminas por las calles de Milán sin rumbo fijo,
a donde te lleven los pasos,
sin saber que a la vuelta de la esquina
se esconden los secretos de tu alma,
joven y desnuda.
Miras el reloj y te das cuenta de cómo corre el tiempo,
de cómo se presta el invierno para bailar despacio.
Y ahora que paseamos por Santiago,
cierras los ojos y respiras,
respiras envolviéndote de recuerdos del otoño,
esos meses que cambiaron tu vida
y te dieron una sonrisa diferente,
con más luz y algo más de picardía.
Y ahora que paseamos por Santiago,
me hablas de pasadizos, de noches romanas,
de autobuses y alcohol, de canciones italianas.
Y yo sigo aquí con mis discos, con mis letras inacabadas,
admirando tu valor,
escuchando el silencio que un día me regalaste,
rodeada de apuntes, libros y atlas,
echando de menos tus descubrimientos musicales,
esperando al verano para poder seguir
conociéndote.