jueves, 22 de septiembre de 2011

Posos de té

Mira cómo pasa la vida en el retrovisor del coche,
en el cristal de esta cafetería,
en los posos del té que me voy a beber
en esta tarde de parque y terrazas.
Los posos de té que revelan un futuro incierto,
lleno de olas que tal vez me lleven a orillas lejanas.

Y revuelvo de nuevo, perdiéndome
en el remolino que dibuja la cuchara
persiguiendo una espiral de pensamientos
que me llevan otra vez a las olas,
a las orillas lejanas en las que algún día…

Y me acuerdo de ti, cuando veo a esa pareja
que se inicia en sus inocentes labios de café,
aventurándose en un mundo de experiencias,
aventurándose como lo hacíamos nosotros
aquellas tardes de cine, en el parque,
en la terraza del bar de Miguel,
una y otra vez, recuerdos que me llevan a las olas,
a las orillas lejanas que algún verano descubrí,
a tu lado.

Y son estos momentos en los que a solas,
observando los posos del té,
pienso en qué habrá sido de ti, de tus sueños.
Son los sonidos de cualquier café,
los que me invitan a trazar espirales,
a navegar en busca de un tiempo lejano,
un tiempo perdido.
Sonidos que me llevan a aquellas olas,
a las orillas lejanas
en las que hace años descubrí algo
contigo a mi lado.

Cinco minutos

Cinco minutos son suficientes
para deshacer el mundo,
para volver a caer
en lugares en los que algunas madrugadas
compartimos mucho más que abrazos,
en rincones en los que he amontonado
minutos pasados, sentimientos olvidados,
antiguas borracheras y sueños acabados.

Cinco minutos fueron suficientes
para decidir  mi destino,
para empezar a subir
a alturas desproporcionadas,
evitando la estática que imponían tus horas,
desapareciendo de tus noches monomaníacas
en busca de reconocimientos vanos.

Cinco minutos serían suficientes
para explicarte la dirección que he tomado,
el cambio de rumbo de los barcos,
los diferentes modos de ver la vida
sin cumplir los deseos de tu mente,
superando la ineptitud de tus manos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

No me preguntes por qué la intimidad de la noche
ha dejado ese gran silencio en la ventana,
no preguntes por qué me he enredado de nuevo en hilos de dudas,
en laberintos sin salida de locura.

No cuestionaré el pasado ni el futuro que un día imaginamos,
pero no me pidas que viva el presente
porque siendo prisionera de la noche,
de la intimidad,
prisionera de tantos silencios en la ventana,
lo único que me queda de presente
es el deseo de morirme de nuevo en tus labios.