Cuánto han crecido los niños,
su infancia pasó de puntillas por
nuestra juventud,
sumado años como quien suma en un
ábaco,
jugando con el abecedario a escribir la
palabra felicidad.
Ellos no tuvieron miedo
y nos enseñaron a hacer castillos de
intenciones,
de buenos propósitos y nuevos sueños,
y nosotros, construyendo su futuro,
estudiamos un nuevo papel,
aprendimos cientos de algoritmos
que no venían en ningún manual,
en ningunos apuntes,
ni en los de anatomía,
ni en los de medicina interna.
Hace ya quince años que nuestro mundo
ha cambiado,
inevitablemente para mejor.
Sin embargo,después de tanto tiempo,
después de esta noche,
de este reencuentro con la libertad
de los matrimonios recién casados;
después de descubrir la emoción en un
escenario,
el agradecimiento en la voz desconocida
de alguien a quien he enseñado (sin
darme cuenta)
algo básico para su vida;
me encuentro de nuevo
con los misterios y sorpresas que nos
regalan los días.
Nadie sabe qué nos espera detrás de
cada puerta,
detrás de cada hoja de seguimiento que
podríamos cubrir.
Me encuentro con la incertidumbre de no
saber
hasta dónde pueden llegar las
consecuencias
de nuestros mejores actos,
me pregunto qué será de todos
nosotros
dentro de otros quince años.
¿Cuántas canciones quedarán por
escribir?