domingo, 6 de febrero de 2011

Tarde de otoño y terrazas

Parecían una pareja reciente, sin complicidades de café.
Él la miraba intensamente y ella hablaba del último verano,
de viajes en furgoneta y luces de fiesta,
de noches, de canciones y danza,
de hoteles y alcohol.
-¿Recuerdas?-
Mientras tanto él asentía, reía,
intentando acercarse distraídamente a sus manos.
Diferentes maneras de cautivar.
Yo los observaba desde mi mesa,
haciendo que escribía una nueva canción,
aunque solo estuviese dibujando bocetos de su historia.
-Fuimos los reyes de la noche,
tus cuatro cuerdas y mi manera de bailar.-
Teloneros de estrellas en días de decadencia.
Pasaron minutos, miradas,
gestos y caricias intencionadas,
él se puso serio y dijo algo acerca de la inspiración,
de compartir la vida, del amor.
-Tenía algo que enseñarte pero necesitaba una guitarra.-
Sus dos miradas se encontraron con la mía
y yo no pude esconder mi sonrisa.
-Perdona chica, ¿cuánto cuestan tres minutos de tu alma?-
Él empezó con acordes menores,
letras sobre noches en puertos,
viajes, pueblos y recuerdos,
meses en el backstage del silencio.
Ella lloraba, sorprendida por sentimientos que desconocía,
emocionada por una voz que la amaba desde las sombras.
Aquella tarde de otoño y terrazas,
una pareja muy reciente me pagó el café,
sin saber que me regalaban
una historia más para mis páginas.

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