martes, 21 de junio de 2011

Sentada en el muelle del verano

¿Escuchas esos murmullos de notas
que van y vienen,
que se quedan flotando en el aire,
inundando las montañas y los valles
de las sábanas?

Esa voz descafeinada de orquesta
que atraviesa las paredes de mi habitación
desde la plaza de la iglesia,
me ha invitado a volver a aquellos veranos,
aquellos tiempos de primeras copas,
sueños y proyectos aplazados.

Me pierdo en aquel mar calmado
de luciérnagas en el muelle,
con el puerto al fondo
y las ondas de los susurros del pueblo
nadando hacia la lejanía.
El sonido de las mareas,
arrastrando las palabras
de aquella pareja
que no tenía miedo a amarse
debajo del primer soportal,
en las últimas horas,
justo al lado del MacBurger.

Y otra vez, esa música de fiesta
que llega desde la otra orilla…

Recuerdo aquellos veranos de mares,
de silencios en el muelle,
disfrutando del frío de la noche,
descubriendo algo más de mí misma.
¿Qué será de mis mañanas?

Jugando a la introspección.

Respira, una y otra vez, el temblor
de aquel momento,
de encontrarse a solas con la vida.

Sentada en el muelle del verano,
donde embarcaron viejas despedidas.
Si me quedo sin anclas, quizás algún día,
pueda ver qué hay más allá
del horizonte, mas allá,
de aquellas luces,
de aquellos puntitos centelleantes
que anuncian un futuro…

Si pudiera volar, aunque solo fuera esta noche,
me acercaría hasta el horizonte
de aquel verano,
intentando descubrir qué ocultaba tras él,
abordando el abismo de la incertidumbre
rozando las lágrimas tranquilas
de aquel mar, de aquel mar de
dudas calmadas y sombrías.

Si es de noche
y una música lejana de orquesta
llega desde la otra orilla,
desde la plaza de la iglesia
o desde tu más íntima melancolía,
cierra los ojos y vuelve a aquel verano,
al muelle donde empezó tu vida.

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