Una juventud agitada, años ochenta,
Alaska y Nacha Pop ponían ritmo a sus
aventuras.
Alcohol, besos, humo, luces,
sexo inseguro a la luz de las
estrellas.
Acetaldehído, mar, alquitrán,
sombras.
Huidas inesperadas a plena luz del día.
-La vida a veces es una puta mal
vestida-
y clava su mirada en mi hombro derecho.
-Él no merecía morir tan joven-
y yo fijo mi mirada en la carretera.
Silencio.
Intermitente a la izquierda.
Silencio.
Nadie merece morir tan joven.
Aquella tarde,
después de muchos años,
después de un funeral,
la llevé de nuevo a ver el mar
y juntas rompimos su cadena perpetua.
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